Tres facetas dominan su vida durante estos años:
Vida contemplativa en la soledad, dirección espiritual de los grupos de solitarios (hombres y mujeres) que se le unen y la defensa de la Iglesia a través de sus escritos[1].
Publica en 1843 su primer libro titulado: Lucha del Alma con Dios, destinado a despertar la necesidad y fecundidad de la oración por la Iglesia perseguida.
En Francia descubre que las desgracias sufridas por la Iglesia en España también amenazan a las otras Iglesias: "En esta lucha me limitaba al principio a sostener la causa de mis conciudadanos y de mis cohermanos, pero vomitado por la revolución al otro lado de los Pirineos, y habiéndome apercibido en mi destierro de que esta misma espada, que tan espantosa carnicería hacia en España, amenazaba igualmente a las demás naciones en que se profesaba la religión católica, decidíme desde entonces a fijar mi residencia en los más desiertos, salvajes y solitarios lugares, para contemplar con menos ocasión de distracciones los designios de la divina Providencia sobre la sociedad y sobre la Iglesia"[2].
En Francia descubre que las desgracias sufridas por la Iglesia en España también amenazan a las otras Iglesias: "En esta lucha me limitaba al principio a sostener la causa de mis conciudadanos y de mis cohermanos, pero vomitado por la revolución al otro lado de los Pirineos, y habiéndome apercibido en mi destierro de que esta misma espada, que tan espantosa carnicería hacia en España, amenazaba igualmente a las demás naciones en que se profesaba la religión católica, decidíme desde entonces a fijar mi residencia en los más desiertos, salvajes y solitarios lugares, para contemplar con menos ocasión de distracciones los designios de la divina Providencia sobre la sociedad y sobre la Iglesia"[2].
Tras la firma del Concordato España-Santa Sede en 1851 regresa a España. La vida claustral, a la que sueña reincorporarse, está totalmente suprimida. Se pone a disposición del Obispo de Barcelona, José Domingo Costa y Borrás, quien le acoge y le nombra director espiritual del Seminario[3].
([1]) Cf. ALEJO DE LA V. DEL CARMEN, o. c., 81-130; GREGORIO DE JESÚS CRUCIFICADO, o. c., 8-11; E. PACHO, o. c., 446; Positio, 3-11.
([2]) Vida Solitaria 5, 20.
([3]) Cf. Positio, 184-186.
([1]) Cf. ALEJO DE LA V. DEL CARMEN, o. c., 81-130; GREGORIO DE JESÚS CRUCIFICADO, o. c., 8-11; E. PACHO, o. c., 446; Positio, 3-11.
([2]) Vida Solitaria 5, 20.
([3]) Cf. Positio, 184-186.
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