Biografía (1811-1835)

Nace Francisco Palau en Aitona (Lleida), el 29 de diciembre de 1811, en el seno de una humilde familia rural, de recia tradición cristiana. Es bautizado el mismo día de su nacimiento. Fue el séptimo de nueve hermanos. Creció en un clima familiar de “cristianos viejos de limpia sangre” y “adictos siempre a la defensa del altar y del trono”[1]. Estas características, marcarán las tendencias ideológicas de Francisco Palau.

En la primavera de 1810 las tropas francesas habían ocupado Lleida, arrasando con todo como en el resto del principado y la península[2]. Son años duros los de la infancia de Francisco ya que los ejércitos de Napoleón habían dejado a su paso por la región hambre, miseria y caos[3]. La inestabilidad política repercute directamente en el ámbito eclesial y religioso. De esta etapa no se conserva apenas documentación, sólo encontramos algunos datos de su ingreso en la escuela de Aytona para los estudios elementales y su posterior traslado a Lleida para completar los estudios y preparar el ingreso en el Seminario de esta ciudad[4].
Ingresa en el seminario de Lérida en 1828, donde Francisco Palau, joven de 17 años, cursa sus primeros estudios eclesiásticos hasta 1832[5], año en que cambia el rumbo de su vida. Se incorpora al Carmelo Teresiano en el convento de San José de Barcelona[6]. El 15 de noviembre hace la profesión religiosa con la firme convicción de que su entrega a Dios, en la Orden del Carmen, será total y para siempre, independiente de todo humano acontecimiento. Años más tarde escribirá refiriéndose a estos difíciles momentos: “Cuando hice mi profesión religiosa la revolución tenía ya en su mano la tea incendiaria para abrasar todos los establecimientos religiosos y el temible puñal para asesinar a los individuos refugiados en ellos. No ignoraba yo el peligro apremiante a que me exponía, ni las reglas de previsión para sustraerme a él; me comprometí, sin embargo, con votos solemnes a un estado, cuyas reglas creía poder practicar hasta la muerte, independiente de todo humano acontecimiento. Cuando los revolucionarios españoles vinieron puñal en mano para asesinarnos en nuestros mismos conventos, no por eso me asusté; y una vez salvado por la protectora mano de la Providencia me conformé lo mejor que pude con las reglas de mi profesión religiosa”. VS 2, 9-12. En efecto los hechos acaecidos en 1835 venían gestándose desde la invasión napoleónica y la Constitución de 1812. .


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([1]) Positio, 5.
([2]) Cataluña fue la zona de la península que más tiempo estuvo ocupada por los franceses. El odio popular por la violencia y saqueos de los franceses, por la crisis económica causada por la guerra, por las cargas fiscales impuestas por los invasores, se reflejan en canciones como esta: “Mira, mira, Catalunya, de ganàncias com n’estam: / han parat tots los negocis / y s’és estesa la fam”. Citado por J. FONTANA, La fi de l’Antic Règim i la industrialització (1787-1868), en P. VILAR (Dir.), Història de Catalunya, Barcelona 2003, 155. La mayor parte de las consecuencias negativas caen sobre la Catalunya rural, sobre los campesinos que viven años de sufrimiento y miseria. Cf. o. c., 176; para una exposición detallada de las consecuencias de la guerra de la Independencia, cf. o. c., 145-184.
([3]) En el aspecto político, gracias a la lejanía del rey Fernando VII (prisionero en Francia), la burguesía aprovecha el momento de debilidad del Antiguo Régimen para afianzarse en Cádiz con la promulgación de una Constitución el 19 de marzo de 1812. Esta constitución es de carácter claramente liberal y se basaba en un régimen de soberanía nacional con un rey al frente, o sea, era una monarquía constitucional. La iglesia se seguía manteniendo como una fuerza política a tener en cuenta, ya que la religión oficial (y única) era la Católica, Apostólica y Romana. Una consecuencia social es el descenso demográfico ocasionado por la masacre que la guerra deja tras sí. Durante los años de guerra se produce un estancamiento en lo que se refiere al aumento de la población de la península, y todo ello a pesar de que la emigración a las colonias americanas disminuyó, por no decir que cesó. En tercer y último lugar están las consecuencias económicas, que desde el punto de vista actual, podemos denominar como nefastas. Además de la pérdida del monopolio sobre los productos coloniales y de la destrucción de la industria que tanto costó construir el siglo anterior, el Estado se endeuda de tal forma que tiene que pedir créditos. Esto conlleva un ánimo claramente especulativo, en vez de netamente productivo, entre los poseedores de capital, otro factor más para el estancamiento de la industria.
([4]) Cf. ALEJO DE LA V. DEL CARMEN, Vida del Padre Palau, Barcelona 1935, 26-27; GREGORIO DE JESÚS CRUCIFICADO, Brasa entre cenizas, Bilbao 1956, 8-11; E. PACHO, Estudios palautianos, Burgos 1998, 446; Positio, 3-11.
Ingresa en el seminario de Lérida en 1828, donde Francisco Palau, joven de 17 años, cursa sus primeros estudios eclesiásticos hasta 1832[1], año en que cambia el rumbo de su vida. Se incorpora al Carmelo Teresiano en el convento de San José de Barcelona[2]. El 15 de noviembre hace la profesión religiosa con la firme convicción de que su entrega a Dios, en la Orden del Carmen, será total y para siempre, independiente de todo humano acontecimiento. Años más tarde escribirá refiriéndose a estos difíciles momentos: “Cuando hice mi profesión religiosa la revolución tenía ya en su mano la tea incendiaria para abrasar todos los establecimientos religiosos y el temible puñal para asesinar a los individuos refugiados en ellos. No ignoraba yo el peligro apremiante a que me exponía, ni las reglas de previsión para sustraerme a él; me comprometí, sin embargo, con votos solemnes a un estado, cuyas reglas creía poder practicar hasta la muerte, independiente de todo humano acontecimiento. Cuando los revolucionarios españoles vinieron puñal en mano para asesinarnos en nuestros mismos conventos, no por eso me asusté; y una vez salvado por la protectora mano de la Providencia me conformé lo mejor que pude con las reglas de mi profesión religiosa”. VS 2, 9-12. En efecto los hechos acaecidos en 1835 venían gestándose desde la invasión napoleónica y la Constitución de 1812. .


([5]) Cf. ALEJO DE LA V. DEL CARMEN, Vida del Padre Palau, 30-32; GREGORIO DE JESÚS CRUCIFICADO, Brasa entre cenizas, 11-13; E. PACHO, Estudios palautianos, 446-447; Positio, 12-35; R. VIOLA, El Seminario de Lérida, conocido y frecuentado por el P. Palau, Roma 1984.
([6]) En el Libro de Actas de dicho convento se encuentra las fechas que marcan el itinerario de la incipiente vida religiosa de Francisco Palau: la toma de hábito el 14 de noviembre de 1832; la profesión el 15 de noviembre de 1833, junto a otros cuatro novicios; la recepción de las cuatro órdenes menores y el subdiaconado los días 20 y 21 de diciembre de 1833. Cf. G. BELTRÁN LARROYA, Los Carmelitas Descalzos de Barcelona en los días de vida conventual del P. Francisco Palau i Quer (1832-1835), en A. A. V. V., Una figura carismática del siglo XIX, 104; 115-116.


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