lunes, 13 de abril de 2009

Apóstol en Barcelona. La Escuela de la Virtud (1851-1854/1860-1872)

Atento a las señales de Dios en la historia y a las necesidades de la Iglesia en poco tiempo programa y organiza la revolucionaria obra de la Escuela de la Virtud[1] que se inaugura el 16 de noviembre de 1851. Esta Escuela se convierte en un modelo de enseñanza catequética. Comprende un ciclo de 52 lecciones impartidas cada domingo en la parroquia del San Agustín de Barcelona. Rodeado de colaboradores sacerdotes y laicos, intenta confrontar las verdades de la religión católica con las diversas filosofías reinantes en ese momento.
El impacto de la obra en los medios culturales, religiosos, políticos y sociales se hace sentir muy pronto. Francisco Palau movilizó en torno a esta actividad pastoral a todas las fuerzas religiosas de la ciudad, incluida la prensa. La intensa actividad de la Escuela llega a preocupar a las fuerzas revolucionarias de la ciudad. Le implicaron injusta, pero hábilmente, en las huelgas y disturbios de marzo de 1854, consiguiendo suprimir la Escuela y ordenando el destierro de Francisco a Ibiza el 4 de abril de este mismo año.
A la vuelta a Barcelona de su largo destierro en Ibiza lleva a cabo su labor como exorcista. Considera esta misión como una vocación particular a la que es llamado por la Iglesia. El exorcistado fue una de las actividades y facetas destacadas en la polifacética figura del beato Francisco Palau. Para comprenderla cabalmente hay que situarse en su momento histórico y en el ambiente religioso catalán en que vivió. La batalla contra la influencia diabólica, de manera particular a través de los energúmenos, fue especialmente dura e intensa, especialmente a partir de 1864. Si se tienen presentes las penalidades y sufrimientos ocasionados por aquella lucha sin cuartel, es fácil comprender los móviles que le impulsaron a poner toda su capacidad en favor de quienes, para él, eran víctimas del espíritu maligno.
En ningún otro momento de su vida descolló tan alto el espíritu de entrega y sacrificio en favor de los abandonados y marginados de la sociedad. Al margen de posibles, y probables yerros en el diagnóstico, queda a salvo el testimonio de su servicio heroico. Debido al carácter poco común de su actividad y no estar apoyada por la jerarquía eclesiástica, le acarreó muchos disgustos y problemas serios. Fue una dura y peligrosa tarea a favor de los enfermos más desamparados de aquel momento, tanto de las propias familias como de la sociedad. En ellos veía a la Iglesia como cuerpo doliente de Cristo. La experiencia dramática de su vida le llevó a no tener ninguna duda en cuanto a la influencia maléfica del demonio en las personas. Hizo dos viajes a Roma para presentar al Santo Padre y a los Padres conciliares sus preocupaciones concernientes a los exorcismos.

([1]) Cf. Positio, 186-192. Para un estudio monográfico sobre este tema, cf. L. ORTEGA SÁNCHEZ, Una catequesis de adultos: La Escuela de la Virtud, 1851-1854, Madrid 1988. En este estudio la autora hace un análisis del momento histórico en que Francisco Palau crea esta escuela de catequesis de adultos, la génesis y planificación pastoral de esta obra, así como su naturaleza desarrollo de las secciones, programas, método y desenlace. Volveremos con más detalle sobre ello en el Capítulo II, dedicado a presentar los escritos.
BARCELONA Y SUS ALREDEDORES FUERON TESTIGOS PRIVILEGIADOS DE LA ENTREGA DE fRANCISCO PALAU A LOS MÁS NECESITADOS:

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