jueves, 13 de octubre de 2011

7 NOVIEMBRE FIESTA DEL P. FRANCISCO PALAU: DIOS MÍO, VEN EN MI AUXILIO...


Por Francisca Esquius


        A fuerza de repetirlo cada día, uno siente que el corazón se serena y se va revistiendo de la invencible fuerza de los sencillos. Porque, ¿cómo beber el agua y comer el pan, cómo ponerse limpio y rezar en paz, cómo hacer un castillo del propio hogar sin que nos duelan tantas heridas que hay por curar?.

DIOS MÍO, VEN EN MI AUXILIO... porque de otro modo sería imposible!

        Cuando lo que se lleva es triunfar, cuando el lujo de unos pocos se convierte en insulto contra la miseria de muchos, cuando el pecado social se hace injusticia y violencia institucionalizada, cuando el contraste de posibilidades y oportunidades es vergonzoso y siempre desfavorable para los más pequeños..., uno siente que está llamado -por dignidad humana y por locura evangélica- a ser solidario y a luchar por una comunión que libere a los pobres de todo tipo de carencias: económicas, afectivas, culturales... Uno siente que está llamado a colaborar para hacer de nuestras comunidades espacios donde los más débiles, pueden sentirse amados, acogidos, escuchados.

        Uno descubre que no es lo mismo mirar el mundo desde un palacio que desde una choza. Y entonces recuerda, con ternura y sobresalto, desde donde lo miró Jesús, y se confirma en la certeza de que la sencillez, la cercanía y la entrega son el mejor y casi el único fundamento de credibilidad humana y evangélica.

        Pero no es fácil. La experiencia nos dice que toda transformación que no pasa por el corazón, poco o nada transforma de verdad. Que los cambios radicales y profundos sólo se consolidan en la libertad.

        Y que, con frecuencia, es preciso un largo proceso simultáneo de “tocar el mundo” y “tocar a Dios”. ¿Acaso no es eso ser contemplativo? Es entonces, cuando,  con agradecimiento y admiración,  uno se atreve a mirarse en el espejo claro del Carisma para intentar comprender qué quería decir Francisco Palau cuando dijo:

                         “ IRÉ DONDE LA GLORIA DE DIOS ME LLAME”

·         Es lanzarse a aliviar sufrimiento y crear espacios en los que emerja la dignidad expoliada.

·         Es acoger, cuidar, crear dinámicas de dignificación personal, fomentar contextos en los que se pueda llegar a conseguir una promoción humana integral. Y donde no se pueda pronunciar la palabra “liberación”, siempre quedará el gesto.

        DIOS MÍO, VEN EN MI AUXILIO... para llegar a entender vitalmente que el encuentro gratuito con el Señor es el espacio en el que se debe desarrollar nuestra eficacia liberadora.

        La solidaridad y la comunión con los excluidos, ha de comenzar por asumir desde la ternura la propia precariedad. La oración solidaria nos lleva a descentrarnos, a salir de nuestra tierra, a salir de nuestros blindajes, y entonces, y sólo entonces, podré decir con pobreza “Iré donde la gloria de Dios me llame...”
“MÍRALE EN ESTE CUERPO QUE ES SU IGLESIA, LLAGADO Y CRUCIFICADO, INDIGENTE, PERSEGUIDO, DESPRECIADO Y BURLADO, Y BAJO ESTA CONSIDERACIÓN, OFRÉCETE A CUIDARLE Y PRESTARLE AQUELLOS SERVICIOS QUE ESTÉN EN TU MANO”

CUIDAR DE JESÚS EN SU CUERPO SUFRIENTE QUE ES LA IGLESIA


·         Cuerpo sufriente... el de la Fina, que protege a sus niños de la descarga agresiva de su marido y que después va repartiendo ánimo y echando una mano a quien la necesita...


·         Cuerpo sufriente... el de Roberto, maltratado por la vida, maltratado por la enfermedad del SIDA y, finalmente, acogido POR EL PADRE.


·         Cuerpo sufriente... el de Julián, que esconde su fracaso y su pena al verse en paro y sin posibilidades de ganarse el pan, con todo lo que a sus 50 años aún se siente capaz de hacer...

·         Cuerpo sufriente... el de Mary, que lucha a brazo partido por una rehabilitación demasiado difícil y costosa para su fuerza de voluntad, debilitada con tanta droga, tanto intento por recuperar la libertad y tanto fracaso...


        En definitiva, una llamada a revivir y personalizar la última experiencia de Francisco Palau: “SER EN LA IGLESIA Y PARA LA IGLESIA HIJO, ESPOSO, AMANTE, PADRE Y AMIGO”.

        Por eso, abrirse al CARISMA PALAUTIANO con autenticidad y empeño, no es posible sin repetir, día a día, tal vez sin palabras, pero desde un corazón habitado por todos los hermanos:

DIOS MÍO, VEN EN MI AUXILIO... porque de otro modo sería imposible!
     

domingo, 9 de octubre de 2011

PREPARANDO LA FIESTA DE FRANCISCO PALAU, OCD

Acercándonos a la fiesta de Francisco Palau, la Hna. Francisca Esquius nos ofrece esta hermosa reflexión llena de vida y actualidad:

SEÑOR, ABREME LOS LABIOS...
     Cada mañana, al despertar, sobre todo en las grandes ciudades, los ojos contemplativos descubren “muchedumbres solitarias” que se cruzan y entremezclan al compás desenfrenado y silencioso de la masa. Es el imperio del ruido, del activismo y de la evasión... Es la jungla de la competitividad, de la lucha por la supervivencia y el culto a la eficacia...   


SEÑOR, ABREME LOS LABIOS...
      Y si la invocación matinal es sincera, como sin duda lo es, el Señor nos abre no sólo los labios, sino los ojos, las manos y el corazón. Y entonces caemos en la cuenta de que es urgente añadir nuevas estrofas al cántico de las criaturas de San Francisco, al cántico espiritual de San Juan de la Cruz y a los Salmos que cada día rezamos. Nuevas estrofas de alabanza a Dios hecha petición intercesora:

      Por el hermano alcohólico y el hermano drogadicto, atrapados entre la lucha y el deseo. Por la hermana prostituta que, tal vez, suspira por otra forma de vivir. Por el anciano, solo en su buhardilla o quizá más solo todavía en la limpia sala de su Residencia. Por los enfermos crónicos y minusválidos, por los hermanos sin trabajo, por el hermano extranjero, privado incluso de su identidad. Por los colectivos gitanos, reducidos a ciudadanos de “otra” categoría.

      Por el hermano desarraigado, el preso, el enfermo de SIDA, el delincuente... Por tantos y tantos hermanos hartos hasta el empacho de tristeza y soledad.

Realmente, para quien, cada mañana, intenta creer comprometidamente en el Evangelio, no le resulta imprescindible mirar al firmamento estrellado, ni tocar el agua que es “útil, pura, casta y humilde”, ni extasiarse escuchando “la música callada y la soledad sonora” para descubrir el rostro entrañable de Dios.
      La gran ciudad, lugar frecuente de tristeza y tragedia humana, es también lugar privilegiado de encuentro PERMANENTE con Él.


      SEÑOR, ABREME LOS LABIOS...
      Y nuestro mirar contemplativo se convertirá en gesto misionero y se nos hará connatural el compromiso por la justicia y por todos aquellos que viven en las condiciones más precarias y difíciles.

      El mundo se deshumaniza por la pasión de “tener y consumir”. Millones de hombres son sacrificados implacablemente al sistema... Qué lejano se vislumbra esa sociedad nueva y fraterna soñada por Jesús. Y el reto surge espontáneo, vestido con tonos de CARISMA:

      Desde el YO personal más profundo y desde el NOSOTROS más comunitario, estamos llamados a luchar por construir una ciudad de HERMANOS en la que lo suficiente sea para TODOS, en la que se rechace con espontaneidad lo superfluo y en la que se viva agradecido y feliz con lo necesario. ¿Qué otra cosa es sino, creer que TODOS formamos un solo Cuerpo unido a su Cabeza y que con El y los hermanos nos llamamos y somos CRISTO TOTAL?.

      Esto cambiaría la tonalidad del PAISAJE humano al que estamos tristemente acostumbrados. Porque la ciudad necesita, tanto o más que parques y jardines, espacios verdes para la escucha, la convivencia, la personalización y la solidaridad... ¡Y DIOS EN MEDIO!

      Nuestros pueblos, a caballo entre la religiosidad y la fe, y nuestras ciudades, con el sello cultural de su increencia, necesitan con urgencia un soplo de aire fresco y renovador.

      Qué bueno sería que a fuerza de asimilar el espíritu de Francisco Palau, nuestros espacios comunitarios fueran convirtiéndose en espacios ecológicos para la humanización y para el espíritu: Inmejorable aportación, de la mano del Carisma, para esta Europa nuestra tan egoistona, anciana y fatigada.

      En la Fiesta del P. Palau:  SEÑOR... ABRENOS LOS LABIOS!!!


martes, 4 de octubre de 2011

FRANCISCO PALAU: ALTURA Y PROFUNDIDAD por Francisca Esquius, cm.

La montaña y la cueva han sido testigos de tus noches.
La montaña ha sentido el calor de tu presencia.
La cueva el aliento del saberse estar en calma.
Eres hombre de montaña y de cueva en el día y la noche,
para el encuentro silencioso que grite compromiso.
Las estrellas y las hojas estremecidas por la brisa,
la hierba y el pájaro cobijado en la rama,
han visto tu rostro hecho luz de mediodía
y han oído tu voz hecha plegaria.
Al subir y bajar de la cueva y la montaña,
comunicas a un Dios que libera y salva;
llevas la paz y la cantas,
abres al mundo los brazos,
a los que ríen, lloran y aguardan.
Francisco, tus manos no contienen
sino el calor del que da sin medida,
del que da y se da porque cree y ama.
Eres siempre puerta abierta de tu casa,
sin tenerla ni ambicionarla.
Muestras ser firme y seguro,
despojado de las cosas,
desnudo como una playa.
Libre de lo que ciega al hombre
no te  encierras en la tiniebla y la noche
ni te vuelves duro e impermeable a la PALABRA.
Felices los que saben llegar hasta el fin
de la obra comenzada.
Los que molestan con la luz de su vida,
los que denuncian con la fuerza del Espíritu,
los que tienen que gritar y gritan,
y nunca callan.
Felices si al subir y bajar de la cueva y la montaña,
decís con la vida que vale la pena darla.

lunes, 23 de mayo de 2011

XIV “Jornadas de Espiritualidad" en Cracovia. 19-20 de mayo 20011


La Cátedra de Historia de la Espiritualidad de la Universidad Pontificia de Juan Pablo II, en colaboración con el Instituto Carmelitano de la Espiritualidad, organiza este año las “Jornadas de Espiritualidad” bajo el lema: “Mística eclesial del Beato  Francisco Palau, OCD” 

Por vez primera  en Polonia se habla de una manera profesional sobre la Vida y el Mensaje del Beato Francisco Palau.  Entre los ponentes han participado de parte de las Carmelitas Misioneras: Eva Polec, Mª Dolores Jara y Carmen Diez. Josefa Pastor por parte de las Carmelitas Misioneras Teresianas. Los Carmelitas Descalzos, y otros docentes universitarios se pueden encontrar en el siguiente programa: 

Ha sido una buena ocasión para dar a conocer la figura del Beato Francisco Palau  y su Carisma que sigue enriqueciendo la Iglesia, también en Polonia y construyendo una viva comunidad de creyentes.
La participación superó las espectativas con alrededor de 100 asistentes. 
Gracias a los organizadores, entre ellos el director del Instituto de Espiritualidad, P. Jerzy Gogola, OCD y la Hna. Lidia Wrona, CM. por esta estupenda iniciativa.



























domingo, 10 de abril de 2011

ARZOBISPADO DEL CUSCO

ARZOBISPADO DEL CUSCO
Publicado el 6 Abril 2011
Arzobispo preside ceremonia de apertura del Bicentenario del nacimiento de Francisco Palau

--------------------------------------------------------------------------------

El Arzobispo del Cusco, Mons. Juan Antonio Ugarte Pérez, presidió ayer en el Templo de San Blas, la Solemne Eucaristía de apertura del Bicentenario del Nacimiento de Francisco Palau y Quer, ceremonia realizada a iniciativa de la congregación religiosa “Carmelitas Misioneras”, para homenajear a quien fuera su fundador.

De esta manera, las Hermanas Carmelitas Misioneras de Cusco oficializaron la apertura de este bicentenario que a nivel mundial lo hicieran el 29 de diciembre del 2010. Participaron de la ceremonia sacerdotes diocesanos, congregaciones religiosas, la comunidad educativa de “El Carmelo” y muchos invitados, quienes evocaron aspectos esenciales de la persona y obra de Francisco Palau.

Además, anunciaron la celebración de este año jubilar con el compromiso solidario de recolectar ayuda a favor de los hermanos necesitados de Haití hasta el término del Año Jubilar, el 29 de diciembre del presente año.

Concluida la Solemne Eucaristía, las Hermanas Carmelitas Misioneras y todos sus invitados compartieron gratos momentos en la I.E. “El Carmelo”, donde entre cantos y oraciones recordaron pensamientos y significativas frases palautianas.

miércoles, 9 de marzo de 2011

NUEVA PUBLICACIÓN SOBRE FRANCISCO PALAU



Descripción:
Como los restantes títulos de la Colección de la editorial Monte Carmelo, "Para aprender y enseñar", éste trata de ofrecer en síntesis un amplio panorama de la figura del Beato Francisco Palau y a la vez facilitar su estudio y transmisión a partir de bloques temáticos como: Contexto histórico. Trayectoria humana y espiritual. Sus facetas como fundador, escritor, misionero, catequista, guía espiritual y exorcista. Y el núcleo central de su existencia: La iglesia. Expresando todo a través de su peculiar lenguaje simbólico.
ISBN: 978-84-8353-353-6
Encuadernación:  Rústica con solapas
Nº de páginas: 454
Formato: 150 x 210 mm
Producto disponible

sábado, 5 de marzo de 2011

CANTO A LA SOLEDAD, por FRANCISCO PALAU, VEDRÁ, 28 marzo de 1867


«Gracias os doy, oh mares que rodeáis este monte, pues que aseguráis mi soledad contra las conversaciones de
los hombres. Gracias a ti, oh monte, que al levantar tus firmísimas
columnas desde el fondo del Mediterráneo cortaste
la subida al hombre que como la cabra montés no sepa escalar
tus peñas. Ven, noche, y cubre con tus tinieblas el monte.
¡Feliz noche!, seguro estoy contigo de que nadie turbará el
reposo de mi soledad».
 

La tarde del 28 era bella como la primavera,
el cielo estaba sereno, y el sol era muy brillante como en un día de verano.
Una sombra se le puso delante y le convirtió en tinieblas, porque la sombra tenía figura,
y era la figura de mi Amada,
cuya luz y claridad convierte en noche el día más sereno.
Era tanta su gloria, que no se dejaba mirar, como no se puede mirar de hito en hito el sol.


Así yo hablaba solitario al anochecer de este día.
Vino la noche, y al abrigar con su negro manto todas las peñas. ¡Oh, qué soledad!
Solo, de noche, en tinieblas, ¡Feliz noche, preciosa soledad!


Mis compañeros en la soledad del monte.El mirlo solitario sobre las peñas, llegada la bella estación de la primavera,
ha encontrado ya su consorte. Y ahora, satisfecho con tal compañera, se da a sí mismo la enhorabuena; y hallada la casa donde albergar sus hijuelos, preparan los dos su nido para colocarles. Este es uno de los testigos oculares de mis amores en la soledad, compañero fiel,
que con su canto lúgubre pero melodioso celebra mi enlace con la Hija de Dios.
Desde las cúspides elevadas del monte me ha llamado muchas veces la atención,
no para estorbar mi conversación con mi Amada, sino para ensalzar
con su dulce melodía las glorias de una ave solitaria.




Nota : Las fotos pertenecen a distintos blogs. Desde aquí agradezco y felicito a sus autores por esas bellas instantáneas de es Vedrà con las que he puedo ilustrar las palabras de Francisco Palau i Quer, que hace dos siglos escogió es Vedrà como morada y lo convirtió el lugar teológico de su experiencia mística.
.

miércoles, 23 de febrero de 2011

F. PALAU, Un gran testimonio de amor a la Iglesia

FRANCISCO PALAU, CONTEMPLATIVO... EN MISIÓN


por Francisca Esquius Pubill, cm

Y es que “el amor todo lo cree posible”.

Solo desde esta convicción puede uno adentrarse en la apasionante y evangélica aventura a la que se lanzó Francisco Palau hace ya más de un siglo, profundamente “tocado” por el fuego del Espíritu y progresivamente “tocado” por el fuego de una sociedad convulsionada por mil y una revueltas en su enfoque político, en sus convicciones religiosas y en los valores que dan consistencia a la cotidiana búsqueda de equilibrio y de sentido.
Y tal vez es esto lo que más puede interesarnos de Francisco. Porque no vivimos en tiempos para “entretenerse” repasando historias del pasado sino para acercarse, con los pies descalzos, como quien se acerca a terreno sagrado, a esos testigos de ayer que siguen teniendo la capacidad de contagiarnos un audaz aliento profético para el HOY.
Qué fue primero en él ¿la contemplación... la misión...? Lo que sin duda se dió primero fue la iniciativa de Dios que, como hace con todo profeta y todo apóstol, pronunció su nombre allá en lo más profundo e íntimo de su ser, reclamándole ese amor preferencial y celoso, que solo se satisface en la medida en que crece en fidelidades y en intuiciones de búsqueda y de compromiso.
En la experiencia de Palau, la misión nunca será un añadido complementario a su talante contemplativo sino que será, precisamente, la expresión más clara y diáfana de la verdad de esa contemplación. Porque contemplación y misión tienen su misma y única fuente en el amor: “Porque te amo busco en los servicios ocasión de complacerte” (Escritos 829, 7) Misión, apostolado, evangelización... palabras de raíz y etimología variada pero con un fondo inequívocamente común: la pasión por el Reino.
Francisco, en el monte del “encuentro” y en el llano de la “historia” sabe descubrir y sabe vivir ese amor que le cautivó de por vida. Un amor que le atraía hacia “el más profundo centro” y a la vez lo lanza hacia la más radical periferia, porque en ambos espacios teofánicos se le hacía presente su Amada: la Iglesia.
Le preguntaba... (se preguntaba):
     “Cuando me veas solo ¿estarás conmigo?
-Si y también cuando estés en compañía, porque yo soy los prójimos unidos entre sí por amor bajo Cristo mi Cabeza; y cuando estás con ellos estás conmigo y yo en ti” (Escritos 793, 1)
Y más adelante:
      “Si estoy solo, tú eres mi compañía. Y si estoy con los pueblos... ellos son tu cuerpo. ¡Compañera mía, compañera! (Escritos 794, 3)

Su secreto... la escucha

No hay duda de que el suyo fue un amor apasionado. El silencio, la soledad, la oración –irrenunciables en su vivencia- son para él lugar de escucha, ocasión de intuición mística y espacio para releer la misión. Escucha a Dios que le pacifica y le remueve. Escucha a la historia, con sus gritos, sus cantos, sus silencios, sus preguntas... Y es esta experiencia de escucha contemplativa la que genera en él una auténtica audacia para la misión. Porque siente que cada amenaza a la fe, cada convulsión histórica, cada herida no sanada, reclama de él una “presencia” y una respuesta.
Su constante voluntad de búsqueda y la progresiva comprensión del Misterio de la Iglesia, que le viene por la experiencia de encuentro con el Cristo Total: “Mi Amada no es otra cosa que Jesucristo como Cabeza de su cuerpo moral que es la Iglesia y los prójimos” (Est. 843, 25)
cristaliza en Palau en actitudes concretas y vitales que le abocan a la misión y le llevan a experimentar y expresar una convicción definitiva:
        “Mi  misión  se  reduce  a  anunciar  a  los  pueblos  que  tú  eres  infinitamente  bella  y  amable y a predicarles que te amen. Amor a Dios, amor a los prójimos: este es el objeto de mi misión. Y tú eres los prójimos formando en Dios una sola cosa. 
        “Marcha –dijo- yo te envío” (Escritos 887, 2)
Anunciar la belleza de la Iglesia... y predicar que la amen. Sabe ver en ella la presencia de Jesús prolongada en la historia. La descubre como “la Hija Amada” en la que el Padre se complace. Y se complace en la medida en que esa Iglesia -Hija Amada- acoge y ofrece, al vivo, las mismas actitudes de Jesús. En consecuencia, entiende y vive la misión como memoria provocativa y actualizada de un Jesús que:
-       anuncia la Buena Noticia
-       hace atractiva la filiación y la fraternidad
-       realiza gestos salvadores: luchar contra el mal y pasar haciendo el bien.
Palau intuye en su contexto socio-cultural y religioso la urgencia de un profetismo con rostro de Iglesia samaritana, acogedora, sanadora, gratuita. Con gestos de Iglesia dignificadora, respetuosa, leal. Con signos de Iglesia esperanzada, en clave pascual, que sabe asumir lo que va muriendo y descubrir lo que va resucitando. Por eso, él mismo vive la misión como anuncio profético de Buena Noticia y de gestos salvadores. Es un hombre que está en la historia pero, sobre todo, que se sitúa adecuadamente en esa historia, desde su identidad. Afirmado en sus raíces pero en continua actitud de búsqueda. En Palau la misión apostólica no es tanto servicio en la Iglesia sino un modo de entender y vivir el misterio de la Iglesia, que lo sitúa continuamente en la alternativa de responder con gestos concretos de “servicio”.

Ojos para ver... convicción para actuar

Porque contempla la realidad y en la oración la pasa por el corazón de Dios,  Francisco Palau toma el pulso a una humanidad herida por innumerables pobrezas: la falta de cultura, que obliga al pueblo a vivir en situación de dependencia y desprotección. Las corrientes ideológicas, que hacen peligrar la convicción de una fe frecuentemente aquejada de escasa formación religiosa. El peso de tradiciones y costumbres, que atentan contra la dignidad de la persona y ponen en riesgo el tesoro de la convivencia. La debilitación de los valores humanos y religiosos, que llevan a echar por tierra la más elemental ética social. ¡Y así tantas otras pobrezas!.
Y surge, espontánea e irrefrenable, la decisión de servir. Decisión que le marca no sólo a él sino a aquellos que se acogen a su orientación de Padre y Fundador:
       “Mira, contempla y medita en Jesús crucificado, el cuerpo moral suyo que es la Iglesia, llagada por las herejías y errores y pecados; y en fruto de esa meditación... ofrécete, date y entrégate toda a Él para que en ti y por ti y contigo haga lo que le plazca...  Negocia  en el  cielo la cura y el alivio de Jesús paciente en su cuerpo místico crucificado” (Escritos 1083, 7)
El contacto con la realidad le pone en camino. Un camino que lo conducirá unas veces a la frontera de lo trascendente, donde están en juego la fe y los valores y otras veces a la frontera de la exclusión, donde se atenta contra el mismo Dios en los miembros más pequeños y sufrientes de su Cuerpo:
       “Soy la Virgen sin tacha ni arruga ni dolencias,  soy la Iglesia universal...  Soy tu Esposa, tu Madre, Tu  Reina...  En medio de los pueblos  soy tu hija, la iglesia  militante sobre la tierra,  y lloro con los que  lloran y sufro con los que sufren; aquí tú eres mi padre, mi médico, aquí mi consuelo y alegría, aquí tu palabra es el pan de mi vida,  y cuanto haces a mis miembros los enfermos lo haces a mí y yo te lo agradezco, y porque me buscas y sirves en los pecadores, enfermos y afligidos, porque en la pena y aflicción me das consuelo, por eso en el monte yo te volveré mil por uno” (Escritos 827)                 
Ahí es donde pone en juego toda su capacidad de discernimiento, su creatividad metodológica, su audacia profética y su profunda libertad. Y poco a poco va dibujándose la convicción que dará unidad a su entrega y que lo sumerge instintivamente en la dinámica unificadora del misterio de comunión; “Amor a Dios, amor al prójimo, es el objeto de mi misión”.

Una única misión... variedad de apostolados
Cuando Palau repasa, a la sombra de su madurez espiritual, esa corriente amorosa que desde su infancia le fue marcando opciones, ofrece pistas elocuentes que nos ayudan a descubrir que su preocupación no estuvo tanto en el qué hacer sino en cómo responder a la llamada que la Iglesia le hace, en unas coordenadas concretas de circunstancia, tiempo y lugar. Eso nos permite asomarnos a su apostolado sin que se perciba la más mínima ruptura en el enfoque, a pesar de la aparente dispersión y variedad de obras. Al  contrario, es como reafirmar desde ángulos diversos una meta y un objetivo claro y esencial: el amor a la Iglesia, el amor al Cristo Total –Dios y los prójimos- en un apasionante misterio de comunión.
Detengamos la mirada en algunos de los que serían sus “apostolados” más significativos:

  • La oración, como ejercicio de discernimiento y apostolado de intercesión.
  • Las misiones populares, como adhesión a la corriente eclesial de su época y a la invitación del Papa en defensa de la Iglesia y para la regeneración de costumbres.
  • La predicación, oral y escrita, como anuncio de evangelio y cauce de conversión personal y social.
  • La formación, especialmente orientada a los laicos, como camino de profundización en la fe y expresión de un cristianismo responsable, transformador y comprometido.
  • El acompañamiento personal y grupal, como pedagogía mistagoga fundamentada en su vivencia de testigo y en su carisma de maestro.
  • La sanación, como liberación integral de la persona, herida en su cuerpo o en su espíritu y necesitada, por lo tanto, de una atención material y humanizadora, de estabilidad y reconocimiento afectivo, de dignificación por encima de cualquier esclavitud proveniente -directa o indirectamente- de las fuerzas del mal.
Apostolados a los que se entregó apasionadamente y que bien vale la pena conocer más a fondo. Baste alguno de sus numerosos textos para percibir la carga vital que impregnaba esa acción apostólica:
      “Yo me  vuelvo loco,  ese  amor  para  contigo,  oh Iglesia santa,  me quita el juicio.  Ando como un
       Padre que viendo a su hija adorada  entre las  uñas del león, sin calcular sus fuerzas se echa  sobre
       él para salvarla;  soy  como  un pobre padre  de  familia que anda sobre las llamas,  que se precipita
       sobre lo profundo de las aguas para salvar a su hija, y  como el amor todo  lo cree  posible, sin mirar
       si tiene o no medios de salvación, se mata, se arruina, se precipita... desde que recibí en mi corazón
       el amor de padre para contigo, ya no ha habido en mí más reposo” (Escritos 845, 29 - 30).                                                                                                                                   

Ligero de equipaje... pero revestido de lo “imprescindible”
Palau no es un iluminado que se lanza ingenuamente a la aventura de la evangelización. Es un hombre que ha recorrido, paso a paso, el camino de la búsqueda y el camino de la entrega:
    “El amor era un fuego entre cenizas, pero bien pronto se encendió...  La pasión del amor no estaba en
     mi ociosa,  sino que  crecía  de año  en año  hasta devorar el corazón...  Yo amaba con tal pasión que
     busqué mil ocasiones para acreditar que ofrecía y daba mi vida en testimonio de mi lealtad”
     (Escritos 871, 14 - 16).
Y va aprendiendo, como todo enviado, que hay que salir al camino ligero de equipaje pero revestido de lo “esencial”. Simplemente un elemental equipaje afectivo, mediático y profético, para hacer llevadero y posible el camino de la evangelización.

* Un equipaje afectivo, imprescindible para poder disfrutar anunciando,     fundamentado en una intensa soledad acompañada y enriquecida por una gratificante experiencia de fecundidad. Palau siente la presencia de su Amada y vive “a dos” los éxitos y contratiempos de la misión:
Raquel (alusión a la mujer bíblica que le figura a su amada, la Iglesia) estaba en medio de los bosques por donde me hallaba y la rodeaba el ganado de su Padre” (Escritos 793, 1-3).
Y en ese equipaje, María, como reina y compañera de toda misión.
      *   Un equipaje mediático, repleto de objetividad para analizar las situaciones y para detectar las necesidades y las posibilidades:
          “Mírale  en  este cuerpo  que es su Iglesia,  llagado  y crucificado,  indigente, perseguido, despreciado y burlado. Y bajo esta consideración, ofrécete a cuidarle y prestarle aquellos servicios que estén en tu mano” (Escritos 1088, 2)
      Siempre aceptando procesos, aprendiendo de la experiencia y tratando de aplicar el método más adecuado:
          “Enseñar sin forma equivaldría a edificar sin plano y sin idea; esto ni en lo natural ni en lo artificial es  acertado...  E l acierto  en  la  adopción  y  elección  de  una  forma  conveniente  es, en  toda enseñanza, de tal interés que de ella pende el que ésta sea más o menos fructuosa” (Escritos 403, 4 - 5).
        Y  sobre  todo,  retomando  continuamente  la  misión.  En Palau, el último acto del apostolado nunca es la “acción” sino la relectura de esa acción a la luz de Dios.
*   Un equipaje profético, como fruto de su intuición mística y de su libertad interior.
Esto le lleva a actuar sin reservas, como quien no tiene nada que perder:
    “Cuando Dios me llama, nada hay de cuanto se me pone delante por terrible y desagradable que sea, que no lo asalte y atropelle” (Escritos 1110,1).
Vive convencido de la misión que le ha sido confiada:
    “Marcha, yo te envío, y en medio del choque te diré lo que tengas que hacer” (Escritos 620, 31).
Y en otro texto: “Esas gentes que corren tras ti y vienen a mí en la misión que para ellas te ha dado mi Padre (habla la Iglesia) son el ganado que apaciento en los bosques de este mundo
(Escritos 796, 4).
Apasionado por dar alivio al Cuerpo de Cristo llagado en sus miembros, se esfuerza en poner nombre a esas llagas y en seleccionar y aplicar el remedio más eficaz:
“Cuida... consuela... alivia...” (Escritos 746, 31).
Y siempre con la audaz iniciativa del amor, porque “el amor no puede estar ocioso” (Escritos 906, 1).

En resumen, Francisco Palau es un creyente apasionado que no duda en poner en                                                                                                                  juego toda su persona, al servicio del Reino:
-       Agudiza la vista... para analizar la realidad
-       Afina el oído... para escuchar con el corazón
-       Pone en juego su “olfato”... para intuir futuro
-       Le toma gusto al amor,,, para no perder el “norte”
-       Y pone manos a la obra... para la construcción del Reino

Una provocativa invitación a los creyentes del siglo XXI, para vivir la misión apostólica que se nos confía, enraizados en lo esencial de nuestra fe, atentos al grito de la Historia y abiertos a la novedad del Espíritu, que nos llama a aligerar el peso de todo equipaje superfluo y a revestirnos, como lo hizo Palau, humilde y simplemente, de lo esencial.

martes, 22 de febrero de 2011

UN CARMELITA A LA INTEMPERIE

Escrito por + Josep Àngel Saiz Meneses - Obispo de Terrassa

miércoles, 16 de febrero de 2011

Hace doscientos años nacía en Aitona, provincia de Lleida, el padre Francesc Palau i Quer (1811-1872), carmelita descalzo, fundador de dos congregaciones religiosas, las Carmelitas Misioneras y las Carmelitas Misioneras Teresianas, presentes ambas en nuestra diócesis.
El Padre Palau fue beatificado por Juan Pablo II en el año 1988. De él se ha dicho que fue un carmelita a la intemperie. Y ciertamente, lo fue. Recibida la vocación sacerdotal, estudió en el Seminario de Lleida cuatro años, pero fascinado por la vida y los escritos de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, pidió ingresar en los Carmelitas Descalzos de Barcelona, donde profesó en 1833. Dos años después, en 1835 –año de las desamortizaciones y de las disposiciones civiles de exclaustración de los religiosos- se vio obligado a dejar su Orden. Ya exclaustrado, fue ordenado sacerdote al año siguiente y compaginó la vida parroquial con la vida eremítica, ya que siempre vivió y murió como un verdadero carmelita. Vivió como ermitaño primero en el lugar que se conoce como Cueva del padre Palau, en Aitona. Exiliado a Francia durante once años (1840-1851), continuó este estilo de vida en diversas localidades del Pirineo francés.

De retorno a Cataluña, se integró a la pastoral de la diócesis de Barcelona, que regía su amigo el obispo Doménech Costa i Borràs. En Barcelona creó la llamada “Escuela de la virtud”, destinada a la catequesis de adultos, que se reunía en la iglesia de San Agustín, cerca de las Ramblas, y que tuvo una gran aceptación y fue vanguardista en la formación social de los católicos. El año 1854 esta Escuela fue prohibida por las autoridades civiles acusada de incitar alborotos y desórdenes públicos. El padre Palau fue desterrado a Ibiza y el obispo Costa i Borrás a Cartagena.

Este segundo exilio permitió al padre Palau hacer apostolado en las Islas Baleares y también allí encontró un lugar donde vivir su vocación como contemplativo carmelita; se retiraba al islote de Es Vedrà, para alabar a Dios, meditar y hacer penitencia. El año 1860 un real decreto de Isabel II declaró su inocencia y la injusticia de un exilio que duró seis años.

Regresado a Barcelona, pudo dedicarse a su vocación como fundador y, entre sus primeros colaboradores tuvo a su sobrina, Teresa Jornet i Ibars, quien más tarde fundaría las Hermanitas de los Ancianos Desamparados y ha sido canonizada. Al pie del Tibidabo, en la capilla de la Virgen del Carmen, el padre Palau continuó su vocación de ermitaño y apóstol, y allí ejerció también el ministerio de exorcista, siempre fiel a una doble vocación: la alabanza a Dios y al servicio solidario a las personas que sufrían en el cuerpo o en el espíritu. Su paso por Barcelona dejó una huella en la toponimia de la ciudad, pues la comunidad del padre Palau dejó el nombre de “Penitents” al barrio situado en la falda del Tibidabo donde vivieron él y sus discípulos.

En sus escritos, el padre Palau destacó en su visión de la Iglesia y está considerado como un renovador de la teología eclesial, en la línea del teólogo alemán Moler y de la famosa escuela de Tubinga.

Este carmelita, que vivió una vida intensa y llena de contradicciones, tiene muchas lecciones a enseñarnos durante este año jubilar que ha sido abierto con motivo del bicentenario de su nacimiento.



+ Josep Àngel Saiz Meneses - Obispo de Terrassa