Siempre en búsqueda, los últimos años de su vida, su servicio incondicional a la Iglesia se ve gratificado con la experiencia mística de ésta. Las experiencias eclesiales largos años remansadas afloran a su conciencia iluminándola en lo más profundo. Durante un ciclo de predicación en Ciudadela (Menorca), en noviembre de 1860, se le manifiesta la consoladora realidad del misterio de la Iglesia: “Dios y los prójimos”[1]. Ve cómo su vocación está inserta en esa realidad, que se ofrece como ideal, como objeto supremo y definitivo de su amor[2].
A la Iglesia entrega con decisión inquebrantable los años que le restan de vida, con una intensa actividad apostólica que abraza campos tan variados como Director espiritual, escritor, publicista, misionero agregado a la Congregación de Propaganda Fide (hoy Congregación para la Evangelización de los pueblos), director de una escuela de catequesis para adultos, fundador, creador y director de un periódico-semanario, exorcista…
Figura polifacética que se condensa en una frase suya que es el motor de toda su vida: "Vivo y viviré por la Iglesia, vivo y moriré por ella"[3]. Efectivamente todo lo vivió como ofrenda de amor a su Amada, la Iglesia; en un primer período de su vida, como respuesta en favor de la "causa de la Iglesia", posteriormente, fruto de su experiencia mística, como consagración a la Iglesia, contemplada como "persona", "Dios y los prójimos" en unidad.
En esta experiencia eclesial, María es considerada y descrita "la figura más perfecta y acabada de la Iglesia, virgen y madre", "espejo donde descubrirla", "reina que envía a anunciar la belleza de la Iglesia".
([1]) Es la expresión que utilizará generalmente para definir a la Iglesia en sí misma y como objeto de amor de todo cristiano. Cf. MR 48, 241, 273, 320-321, 331, 341, 395, 401, 400, 463, 499, 500. Sólo en una ocasión sustituye el determinante “los” por el posesivo “tus” al referirse a prójimos (cf. 498: “Yo soy Dios y tus prójimos”) En la siguiente cita se puede apreciar la hondura de esta expresión para definir a la Iglesia: “Siendo Dios y los prójimos, esto es, la Iglesia santa, la imagen viva y acabada de Dios trino y uno y el objeto esencial y accidental, o primario y secundario del amor del hombre viador, la presencia de la cosa amada por fe en él produce el amor perfecto entre los dos amantes; y los dos son el espejo donde mira Dios Trino y Uno su imagen y se complace en ella” MR 510.
([2]) Cf. Carta 54 (a Juana Gratias, 27/10/1860); Carta 57 (a Gabriel Brunet, 19/11/1860); MR 12-19; Positio, 385-386. En todos estos lugares deja constancia de la luz extraordinaria recibida en la Iglesia catedral de Ciudadela. El conocimiento singular que tiene de la Iglesia hace que su vida experimente un giro total. Se lanza con seguridad a la misión a la que se siente llamado: en primer lugar una vida apostólica de predicación itinerante de un extremo a otro de España; en cuanto a su vivencia personal la fundamenta en la pobreza como desprendimiento de todas las cosas temporales y aceptación de todas las incomodidades y sacrificios que lleva consigo el evangelizar; junto a esto vivir en la montaña dedicado a la oración cuando no tiene que emplearse en la predicación, como vivencia del desierto carmelitano. Ésta es la vida de penitencia a la que se siente llamado. Por último recoger en los desiertos a los que quieran unírsele.
([3]) MR 62.
([2]) Cf. Carta 54 (a Juana Gratias, 27/10/1860); Carta 57 (a Gabriel Brunet, 19/11/1860); MR 12-19; Positio, 385-386. En todos estos lugares deja constancia de la luz extraordinaria recibida en la Iglesia catedral de Ciudadela. El conocimiento singular que tiene de la Iglesia hace que su vida experimente un giro total. Se lanza con seguridad a la misión a la que se siente llamado: en primer lugar una vida apostólica de predicación itinerante de un extremo a otro de España; en cuanto a su vivencia personal la fundamenta en la pobreza como desprendimiento de todas las cosas temporales y aceptación de todas las incomodidades y sacrificios que lleva consigo el evangelizar; junto a esto vivir en la montaña dedicado a la oración cuando no tiene que emplearse en la predicación, como vivencia del desierto carmelitano. Ésta es la vida de penitencia a la que se siente llamado. Por último recoger en los desiertos a los que quieran unírsele.
([3]) MR 62.
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