miércoles, 15 de abril de 2009

"Amor son obras"

Su vida enteramente orientada hacia el amor y movida por él desde la niñez, como hemos visto, alcanza la donación heroica a favor del “Cristo sufriente” que para él son los hermanos más necesitados.

Especialmente la última etapa de su existencia se dedica a atender a la gente marginada. En Barcelona, acoge, en un lugar construido a este efecto, personas enfermas en el cuerpo y en el espíritu. Son trabajadores de la industria textil que no pueden soportar el exceso de trabajo ni la escasez de alimentación, higiene y afecto. El P. Palau les acoge, les escucha y reza por ellos.

Con sus colaboradores y con sus enfermos se ve metido en la cárcel, y allí permanece días que se hacen años. Así demuestra su profundo amor a la Iglesia:

“Y ahora que te he encontrado, te amo -añade-. Tú lo sabes. Mi vida es lo menos que puedo ofrecerte en correspondencia a tu amor. La pasión del amor que me devora, encontrará en ti su pábilo porque eres tan bella como Dios... Mi corazón ha sido creado para amarte. Aquí lo tienes. Es tuyo. Ya no es cosa mía sino propiedad tuya. Porque te amo, dispón de mi vida... y de todo lo que soy y tengo”.

Las obras para Francisco Palau son el fruto maduro de quien olvidado de sí por efecto de la caridad, sólo desea el bien de su Amada. El amor unifica lo que a primera vista puede parecer contrario: acción y contemplación, Dios y prójimos. Cuando le tienta su deseo de quedarse a solas gustando de la presencia de su amada, ésta le recuerda donde está su sitio porque ella tanto está en la soledad de los claustros, desiertos y ermitas, como en medio del bullicio de la gente, compañera en sus caminos, y en todas partes donde la caridad se hace presente.
  • “¿Quieres? Déjame solitario en el desierto y salvo de la solicitud y cuidado de los otros; viviré sólo para ti. – Es un error. ¿Crees que es olvidarme tomar cuidado e interés en el ganado confiado a mi amor? ‘Obras son amores, y no buenas razones’. Cuando tú para cuidarme a mí te olvidas de ti, estás seguro a mi cuidado: yo cuido de ti. A mí me hallarás solitaria en los claustros, desiertos y ermitas, y pastora en medio de los pueblos, peregrina en los caminos, y toda en todos y en todas partes donde la caridad ejerce sus actos y funciones[1].
Este párrafo es uno de los que mejor definen la síntesis a la que ha llegado su vida entre fe y obras, acción y contemplación. Para él es una equivocación pensar que se puede servir a la Iglesia en una actitud de cómoda pasividad, despreocupado de sus necesidades reales. En definitiva la mayor prueba de amor consiste para Francisco Palau en el olvido de sí para estar disponible ante las necesidades de los otros.
Convencido de que sólo hay un amor, que es el que mueve y actúa en la contemplación y en el servicio a los más necesitados, dirá a Juana Gracias:
  • "Mírale [a Cristo] en este cuerpo que es su Iglesia, llagado y crucificado, indigente, perseguido, despreciado y burlado. Y bajo esta consideración, ofrécete a cuidarle y prestarle aquellos servicios que estén en tu mano. Mírale además como a señor y dueño y rey del mundo, y como no reina en nosotros sin nosotros, sino con nosotros, en nosotros y por nosotros, bajo este punto de vista ofrécetele también a cuanto quiera de ti[2].
Es esta urgencia la que a primeros de marzo de 1872, le hace desplazarse hasta Calasanz (Huesca). La fidelidad a su opción de servir a la Iglesia en los más postergados y desposeídos de la sociedad de su tiempo le lleva a atender a los contagiados por la peste. Lo hace junto a quienes han hecho camino de vida con él.

Tras breve estancia en Barcelona, viaja a Tarragona, donde había establecido la última fundación. Llega enfermo, muere el 20 de marzo de 1872, invocando la presencia de su “Amada la Iglesia”.




([1]) MR 464.


([2]) Carta 42, 171.

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