viernes, 10 de abril de 2009

Aitona 1811-1828







Nace Francisco Palau en Aitona (Lleida), el 29 de diciembre de 1811, en el seno de una humilde familia rural, de recia tradición cristiana. Es bautizado el mismo día de su nacimiento. Fue el séptimo de nueve hermanos. Creció en un clima familiar de “cristianos viejos de limpia sangre” y “adictos siempre a la defensa del altar y del trono”[1]. Estas características, marcarán las tendencias ideológicas de Francisco Palau.
En la primavera de 1810 las tropas francesas habían ocupado Lleida, arrasando con todo como en el resto del principado y la península[2]. Son años duros los de la infancia de Francisco ya que los ejércitos de Napoleón habían dejado a su paso por la región hambre, miseria y caos[3]. La inestabilidad política repercute directamente en el ámbito eclesial y religioso. De esta etapa no se conserva apenas documentación, sólo encontramos algunos datos de su ingreso en la escuela de Aytona para los estudios elementales y su posterior traslado a Lleida para completar los estudios y preparar el ingreso en el Seminario de esta ciudad[4].
([1]) Positio, 5.
([2]) Cataluña fue la zona de la península que más tiempo estuvo ocupada por los franceses. El odio popular por la violencia y saqueos de los franceses, por la crisis económica causada por la guerra, por las cargas fiscales impuestas por los invasores, se reflejan en canciones como esta: “Mira, mira, Catalunya, de ganàncias com n’estam: / han parat tots los negocis / y s’és estesa la fam”. Citado por J. FONTANA, La fi de l’Antic Règim i la industrialització (1787-1868), en P. VILAR (Dir.), Història de Catalunya, Barcelona 2003, 155. La mayor parte de las consecuencias negativas caen sobre la Catalunya rural, sobre los campesinos que viven años de sufrimiento y miseria. Cf. o. c., 176; para una exposición detallada de las consecuencias de la guerra de la Independencia, cf. o. c., 145-184.
([3]) En el aspecto político, gracias a la lejanía del rey Fernando VII (prisionero en Francia), la burguesía aprovecha el momento de debilidad del Antiguo Régimen para afianzarse en Cádiz con la promulgación de una Constitución el 19 de marzo de 1812. Esta constitución es de carácter claramente liberal y se basaba en un régimen de soberanía nacional con un rey al frente, o sea, era una monarquía constitucional. La iglesia se seguía manteniendo como una fuerza política a tener en cuenta, ya que la religión oficial (y única) era la Católica, Apostólica y Romana. Una consecuencia social es el descenso demográfico ocasionado por la masacre que la guerra deja tras sí. Durante los años de guerra se produce un estancamiento en lo que se refiere al aumento de la población de la península, y todo ello a pesar de que la emigración a las colonias americanas disminuyó, por no decir que cesó. En tercer y último lugar están las consecuencias económicas, que desde el punto de vista actual, podemos denominar como nefastas. Además de la pérdida del monopolio sobre los productos coloniales y de la destrucción de la industria que tanto costó construir el siglo anterior, el Estado se endeuda de tal forma que tiene que pedir créditos. Esto conlleva un ánimo claramente especulativo, en vez de netamente productivo, entre los poseedores de capital, otro factor más para el estancamiento de la industria.
([4]) Cf. ALEJO DE LA V. DEL CARMEN, Vida del Padre Palau, Barcelona 1935, 26-27; GREGORIO DE JESÚS CRUCIFICADO, Brasa entre cenizas, Bilbao 1956, 8-11; E. PACHO, Estudios palautianos, Burgos 1998, 446; Positio, 3-11.

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