miércoles, 7 de noviembre de 2012

7 de NOVIEMBRE: FIESTA DEL BEATO FRANCISCO PALAU















Francisco Palau, místico de la Iglesia
La experiencia de F. Palau es singular. Su contacto con el misterio revelado se realiza a través de una vertiente poco frecuentada entre los grandes escritores místicos, al carecer de una nomenclatura apropiada y específi ca de una mística eclesial. Él se centra en una realidad compleja, integrada en una variedad de aspectos y elementos que aislados pueden ser, a su vez, el objeto concreto de otras experiencias similares a la suya. En la tradición cristiana la mística se proyecta en categorías más defi nidas. Puede serlo la Iglesia, pero hay que tener en cuenta que la Iglesia está adherida a la vida de todos los místicos, pero en ellos no es
lo peculiar, como lo es en F. Palau. Nada tan elocuente como sus propias palabras, en la meditación del 18 de diciembre de 1864:
“Ya no es posible ver y contemplar al Hijo de Dios bajo otra fi gura, noción o idea que como Cabeza, unida en el cielo, en la tierra, en el purgatorio, al Cuerpo santo de su Iglesia. Y por ello mirando la Cabeza veo todo el Cuerpo; y en su cuerpo y Cabeza, una sola entidad y realidad que es la Iglesia. Y comulgando creo unirme con mi Esposa la Iglesia: con la Cabeza
con un acto de amor divino, y con los miembros en actos de amor hacia los prójimos. Por lo mismo todas mis relaciones con el Hijo de Dios y con su Padre son siempre en relación con
la Iglesia” (MRel 780).
Percibiendo que estas ideas son originales y en cierta manera extrañas, concluye con estas palabras:
 “No pudiéndome apoyar en esta materia en obras escritas sobre ellas, ando con mucho temor y cautela porque en el día malo en que todo se revuelve, dudo de todo; y en mis dudas busco en la Escrituras Santas y en los Santos Padres y Doctores de la Iglesia apoyo y doctrina” (MRel 780).
El objeto mismo de su experiencia religiosa, la Iglesia, podría dar la sensación de ser algo impreciso. La constitución del Cuerpo Místico de Cristo parece un término indefi nido, por eso F.Palau pone tanto empeño en revestir a la Iglesia de una fisonomía personalizada, como si se tratara de alguien concreto, vital
e individual, que le permite una experiencia directa de persona a persona. La Iglesia “es una persona mística” alguien con quien se relaciona y a quien ama.

En consecuencia, la prueba que nos permite ver la autenticidad de la espiritualidad eclesial es la entrega al prójimo. Es un hecho de fe, no solamente una garantía del orden social. Palau supo descubrir la realidad invisible en la realidad visible, o sea en la comunidad histórica de las difi cultades y de los obstáculos interpuestos por el componente humano: no se escandaliza de la ley de la encarnación de los hombres y de los acontecimientos, aunque ofuscados por el pecado, y continúa creyendo en la Iglesia, convencido de que más allá de las mediaciones humanas el único y verdadero mediador es siempre Cristo, el cual sigue infundiendo sobre ella el Espíritu de verdad, de caridad y de unidad.
Después de todo lo señalado podríamos concluir, que la experiencia eclesial palautiana, es una experiencia mística singular, en la que vive la realidad del misterio divino en una amorosa relación
con la Iglesia. Este amor que traducido en obras convierte a Francisco Palau en apóstol y profeta de la Iglesia.
 (CIEN FICHAS SOBRE FRANCISCO PALAU, pág 438)

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