Los cuadernos del padre Palau
Muy dado a la hipérbole... Amante del lenguaje dialogado, simbólico y figurativo, se ayuda de continuas imágenes que, en ocasiones, acompaña con dibujos hechos a lápiz
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MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ
No cumplí mi palabra de reflexionar con ellos porque leyéndolos me dormía. Por no defraudar a mi proveedora espiritual, en vez de devolverle el material, lo guardé en una caja de cartón. Años después, abandonada mi aspiración a la vida religiosa por desencanto y con ocasión de una visita nostálgica al convento de es Cubells, repetí la petición –esta vez por curiosidad– y obtuve otros dos libros y papeles de la Positio, el proceso de beatificación de Francisco Palau i Quer. Y ha sido ahora, mucho después, cuando al tratar de tirar por la borda libros de patrística y exégesis que me estorbaban, me he topado –por decirlo así– con la vida y milagros del padre Palau. Estuve en un tris de deshacerme de ellos pero, después de leer algunas de sus cartas, ya no pude parar. En las notas que siguen doy cuenta de aquella lectura y de la que hice de algunos otros escritos.
Para empezar y situar al lector, conviene advertir que los Textos Palautianos tienen ya publicados 8 volúmenes y que mi lectura se ha limitado sólo a 5 libros: ´La lucha del alma con Dios´, el opúsculo ´La vida solitaria´, ´La Escuela de la virtud vindicada´, ´Mis relaciones con la Iglesia´ y las ´Cartas´ que escribe entre 1845 y 1872. Pero el padre Palau tiene otros textos, el ´Catecismo de las virtudes´, ´Mes de María´, ´La Iglesia de Dios figurada por el Espíritu Santo en los Libros Sagrados´, ´Reglas y normas de vida para los hermanos y hermanas carmelitas´, etc., además de un buen número de artículos publicados en prensa y colaboraciones en los 176 ejemplares de ´El Ermitaño´, semanario político-religioso creado por él en Barcelona, (1868), que tuvo un notable eco y le creó no pocos problemas. Otro aspecto que conviene subrayar es que existe una gran diferencia formal entre sus textos pastorales (más trabajados) y los biográficos (más descuidados en su redacción, de carácter íntimo y que no estaban hechos para publicarse).
En todo caso, hay que decir que el padre Palau no estaba especialmente dotado para la pluma y escribía por necesidad. Muy dado a la hipérbole, suele cargar las tintas y es reiterativo. Amante del lenguaje dialogado, simbólico y figurativo, se ayuda de continuas imágenes que, en ocasiones, acompaña con dibujos hechos a lápiz. Los temas que toca oscilan siempre entre los dos polos que orientan su vida, contemplativa y misionera. Un tema central en sus textos pastorales, como él mismo dice, es «la fuerza de la oración en la borrasca que se abate sobre la Iglesia española». Y otro asunto que le ocupa es la defensa de su labor apostólica, tan mal interpretada ´por calumnias y autoritarismos´ que provocan su confinamiento en Ibiza. Tal como yo lo veo, ´Mis relaciones con la Iglesia´ es su obra más original, pero resulta extraordinariamente hermética y difícil. Su redacción la hizo en sus retiros del Vedrà, donde, con un lenguaje alegórico que recuerda el Cantar de los Cantares, se suceden visiones, apariciones, revelaciones, soliloquios, coloquios místicos, intuiciones, lances, ensueños, anhelos, confesiones y enfebrecidos credos eclesiales. Sin una secuencia que permita una lectura ordenada, el eremita describe para sí arrebatos, alucinaciones y experiencias de estricta intimidad. Posiblemente no sea éste el mejor libro para adentrarse en los escritos del padre Palau. Aconsejaría, más bien, la lectura de su correspondencia que nos descubre no sólo su personalidad y su pensamiento, sino los variopintos avatares de su vida, proyectos, éxitos y fracasos. Se conservan unas 150 cartas dirigidas casi todas ellas a personas de su absoluta confianza, caso de Juana Gratias, su discípula más allegada, Magdalena Calafell y Dolores Rovira.
Otras son para fieles que le piden consejos –caso de la escritora francesa Eugenia Guerin– o para las hermanas carmelitas de Lérida, Tarragona y Menorca. Algunas tienen como destinatarios a párrocos y obispos; y las hay, incluso, para San Antonio María Claret, la Reina Isabel II y S. S. Pio IX. En estas misivas, el padre Palau sorprende por su espíritu calculador y su pragmatismo cuando toca problemas económicos o legales –algo tendría que ver en ello su genética leridana–, así como su capacidad organizadora. Mezcla muy hábilmente el consejo espiritual y la discreción en el trato con las cuestiones más concretas que uno pueda imaginar, asuntos cotidianos en los que se implica de pies a cabeza. El místico de ´Mis Relaciones´ mantiene en sus ´Cartas´ los pies en el suelo. Y son especialmente emotivos y esclarecedores los mensajes que escribe en momentos delicados, caso de los que remite, confinado en Ibiza, a sus compañeros de Barcelona, Pablo Bagué y Gabriel Brunet: «Yo no veré en toda la vida sino persecuciones (...) No me dejarán tranquilo ni en la ciudad ni en el desierto porque no me toleran (...) Ayer hicimos en la iglesia de Ibiza una especie de comedia: atendidas las noticias que han corrido sobre mí, tenían el clero y el señorío ganas de oírme. Con este objeto convinieron en hacer la fiesta del rosario en el Convento de Santo Domingo donde había de predicar. Aunque la iglesia era bastante capaz, dos horas antes de la función ya estaba llena de gente, más curiosa que devota». En otra carta, (1855), habla de su predicación en la catedral de la isla y nos hace otra desconcertante confesión: «En esta Cuaresma predico en la Catedral de Ibiza, aunque de muy mala gana, porque son oficios de rutina. No puedo en modo alguno aficionarme a la gente de este país (...) Sólo amo el retiro y la soledad, cosas de las que aquí puedo hartarme». Y así podríamos seguir. Es una correspondencia, en fin, que no tiene desperdicio.
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