Buscando un sitio tranquilo, encuentra refugio en es Cubells, donde construye una ermita, alternando sus misiones por toda la isla con sus retiros en una cueva del Vedrà que le descubren unos pescadores y en la que hará vida contemplativa y elaborará sus mejores textos
Antiguo convento de Santo Domingo, donde el padre Palau hizo su primera predicación. TONI POMAR |
El presente texto y los que seguirán en próximos días han podido elaborarse a partir de algunos libros: ´Francisco Palau e Ibiza´, ´Textos Paulatianos´, ´Una figura carismática del siglo XIX´ y ´Francisco Palau i Quer, una pasión eclesial´; también he tenido en cuenta los comentarios que del personaje han hecho el Archiduque Luís Salvador, E. Fajarnés, Joan Marí Cardona y Eulogio Pacho, así como las anécdotas y recuerdos de algunos vecinos de es Cubells y, muy especialmente, la documentación aportada por las Hermanas Carmelitas Descalzas en Ibiza y por el Convento de Vallcarca y la parroquia de San Agustín en Barcelona. A todos ellos mi más sincero agradecimiento.
IBIZA | MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ
La convulsión local que, desde el punto de vista socio-religioso provocó el padre Palau en Ibiza con sus prédicas en la ciudad y en casi todos los pueblos de la isla, su retiro en una cueva del Vedrà y en la ermita de es Cubells que muy pronto se convirtió en santuario mariano, así como el hecho de su fundación de las Carmelitas Misioneras hoy extendida en veintidós países y su posterior beatificación, todo ello, me lleva a dedicarle unos textos que aparecerán en las entregas que hoy iniciamos con un recorrido cronológico por su accidentada biografía. En próximos artículos hablaremos de su particular perfil humano y, por así decirlo, de su vida y milagros que, como el lector comprobará, no tiene desperdicio.
Francisco Palau i Quer nace el 29 de diciembre de 1811 en Aytona (Lleida), en el seno de una modesta familia de agricultores en la que le preceden seis hermanos y le siguen otros dos. Son momentos difíciles porque la situación del país se ha complicado con la invasión francesa (1808-1814). El chaval apunta maneras y entre 1828 y 1832 lo encontramos en el Seminario de Lleida cursando estudios de Filosofía y Teología, años en los que conoce la vida de los Carmelitas Descalzos y decide seguir a quienes considera sus maestros, Santa Teresa y San Juan de la Cruz. El 15 de noviembre de 1833 viste el hábito de Carmelita, profesando en el convento de San José, en las Ramblas barcelonesas. No mucho después, el 25 de julio de 1835, la marea revolucionaria y anticlerical incendia los conventos y, exclaustrados los frailes, Francisco, vestido de paisano, huye y al tratar de ayudar a un religioso anciano incapaz por sí mismo de escapar de las llamas, no puede evitar que las hordas lo cojan, de manera que, por un tiempo, da con sus huesos en las mazmorras de la Ciudadela. Finalmente puede salir y se refugia en unas cuevas cercanas a su pueblo, Aytona, donde hace vida contemplativa al tiempo que ayuda en la parroquia de San Antolín.
El 2 de abril de 1836, viendo imposible recuperar su vida en el claustro carmelitano, pasa al clero secular y, aprovechando un periodo de bonanza, es ordenado sacerdote en la catedral de Barbastro. Durante un tiempo, bajo la dominancia carlista, se entrega a la predicación de misiones populares en diversas parroquias del Principado pero, tras la derrota carlista en Berga, para los eclesiásticos vienen mal dadas y llega un momento en que, viendo peligrar su vida, se exilia en Francia, donde, entre 1840 y 1851, hace vida contemplativa en la región de Montauban, en unas grutas cercanas al castillo de Mondésir y el monasterio de Livron.
Los párrocos de la zona no ven con buenos ojos que les robe clientela con sus enfebrecidos sermones y denuncian su intromisión a las autoridades civiles y policiales que le presionan para que ahueque el ala, cosa que finalmente consiguen: tras once años de exilio, en 1851, regresa a Barcelona, incardinándose pastoralmente en la Iglesia de San Agustín donde crea la ´Escuela de la Virtud´, un centro catequético para adultos que tiene un enorme impacto en los medios culturales, religiosos, políticos y sociales de la Ciudad Condal, circunstancia que levanta recelos en los sectores revolucionarios y anticlericales que, en 1854, con el pretexto de que la Escuela es un centro reaccionario que solivianta a las masas y las lleva a la huelga, es clausurada, siendo su director confinado en Ibiza.
El padre Palau llega a la isla calumniado, perseguido y vigilado, y en ella estará entre 1854 y 1860. Buscando un sitio tranquilo, encuentra refugio en es Cubells, donde construye una ermita, alternando sus misiones por toda la isla con sus retiros en una cueva del Vedrà que le descubren unos pescadores y en la que hará vida contemplativa y elaborará sus mejores textos. Su fama crece, le acompañan en su destierro otros dos hermanos venidos de Barcelona, construyen una capilla y es Cubells se convierte en un centro de peregrinación. Pronto se le reclama en Menorca y Mallorca, y entre 1860 y 1861 pone en marcha el Carmelo Misionero a partir de la fundación de Ciudadela. Al año siguiente, lo vemos en Cataluña, tratando de ampliar y consolidar su obra fundacional en Els Penitents y Santa Cruz de Vallcarca (Barcelona). El año 1864 es especialmente movido porque predica misiones en las islas y en Cataluña, muy especialmente en Ibiza y en Barcelona. Son tiempos de intenso trabajo pastoral y es entonces cuando practica exorcismos, actividad que levanta suspicacias hasta el punto de que se le llega a encarcelar como practicante ilícito de la medicina. Todo ello le obliga, el 1866, a ir a Roma para dar explicaciones y allí pasa varios meses que aprovecha para regular su obra fundacional. En enero de 1867, el Comisariado Apostólico le nombra Director de los Terciarios del Carmen y Procurador del Carmelo Teresiano. Pasados tres años, vuelve a Roma con ocasión del Concilio Vaticano I y dos años después, entre enero y marzo de 1872, redacta y publica las Reglas y Constituciones de la Orden Terciaria de Carmelitas Descalzos que se imprimen en Barcelona.
Sus últimos años los consume en ordenar la vida de sus fundaciones, sin olvidar la predicación ni la vida contemplativa como lo prueban sus retiros en Santa Cruz de Vallcarca y, sobre todo, en su cueva del Vedrà. Pero la penitencia rigurosa y la actividad febril de aquellos años le pasa factura y, finalmente, después de ayudar a las hermanas del convento de Calasanz (Huesca) que están trabajando con apestados, enferma, es trasladado a Tarragona y allí fallece el 20 de marzo de 1872. El proceso para el reconocimiento oficial de su santidad arranca el 1947 y culmina, con su beatificación, el 24 de abril de 1988.
Sus últimos años los consume en ordenar la vida de sus fundaciones, sin olvidar la predicación ni la vida contemplativa como lo prueban sus retiros en Santa Cruz de Vallcarca y, sobre todo, en su cueva del Vedrà. Pero la penitencia rigurosa y la actividad febril de aquellos años le pasa factura y, finalmente, después de ayudar a las hermanas del convento de Calasanz (Huesca) que están trabajando con apestados, enferma, es trasladado a Tarragona y allí fallece el 20 de marzo de 1872. El proceso para el reconocimiento oficial de su santidad arranca el 1947 y culmina, con su beatificación, el 24 de abril de 1988.
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