martes, 22 de febrero de 2011

AMOR A LA IGLESIA

Feb - 21 - 2011
LA VANGUARDIA- Article de l’Arquebisbe de Barcelona
Lluís Martínez Sistach

Este año es el bicentenario del nacimiento del carmelita catalán padre Francesc Palau i Quer (Aitona, 1811), fundador de dos congregaciones religiosas muy presentes en nuestra diócesis y otros países: Carmelitas Misioneras Teresianas y Carmelitas Misioneras.

El padre Palau ingresó en el Seminario de Lleida a los 17 años. Santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz le fascinaron y por este motivo se hizo carmelita descalzo. A pesar de la conmoción vivida a causa de las disposiciones civiles sobre la exclaustración de 1835, el padre Palau fue toda su vida un carmelita verdadero, y unió la vocación contemplativa al apostolado, en especial a la dedicación a la formación cristiana y a la ayuda a los enfermos. Destaca un valor muy admirable: fue un gran servidor de la Iglesia. Juan Pablo II, en la beatificación del padre Palau (24 de abril de 1988), puso de relieve este riquísimo contenido de la vida y obra del nuevo beato. El Papa dijo que Francisco Palau hizo de su vida sacerdotal una ofrenda generosa a la Iglesia.

El beato padre Palau nos ha dejado unos escritos sobre la Iglesia que en opinión de muchos representan una visión que se adelanta – cien años antes-a la rica doctrina que sobre la Iglesia nos legó el concilio Vaticano II. El padre Palau es para nosotros, todavía hoy, un gran testimonio de amor a la Iglesia. Bien cierto, la Iglesia es nuestra madre en el espíritu, porque nos ha engendrado a la vida de hijos e hijas de Dios, y ella alimenta esta vida con la Palabra de Dios, la Eucaristía y los otros sacramentos. Él era muy consciente de que en el amor a la Iglesia se realiza el gran mandamiento cristiano del amor a Dios y del amor a los hermanos.

En momentos como los que vivimos de indiferencia religiosa, de privatización de la religión, de poco interés por los valores y contenidos religiosos, todos corremos el peligro de perder el ánimo, de adormecernos, de reducir el espíritu misionero y evangelizador. En definitiva, de alejarnos del espíritu y del carisma del padre Palau que tanto han enriquecido a la Iglesia.

Francesc Palau i Quer fue un hombre de oración, un ermitaño, pero a la vez fue un hombre de acción, en diversas iniciativas apostólicas, entre las que destaca la famosa Escuela de la Virtud, una catequesis de adultos que impartía con una masiva asistencia, o el apostolado en la parroquia de San Agustín. La toponimia barcelonesa ha recuperado el nombre de Penitents con el que fue bautizado el centro asistencial creado por el padre Palau.

Para las religiosas de las dos congregaciones por él fundadas y para todos en general, el bicentenario del padre Palau y el año jubilar que inauguramos en la catedral el pasado 29 de diciembre es una invitación a imitarle sobre todo en su amor a la santa Madre Iglesia.



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