jueves, 13 de octubre de 2011

7 NOVIEMBRE FIESTA DEL P. FRANCISCO PALAU: DIOS MÍO, VEN EN MI AUXILIO...


Por Francisca Esquius


        A fuerza de repetirlo cada día, uno siente que el corazón se serena y se va revistiendo de la invencible fuerza de los sencillos. Porque, ¿cómo beber el agua y comer el pan, cómo ponerse limpio y rezar en paz, cómo hacer un castillo del propio hogar sin que nos duelan tantas heridas que hay por curar?.

DIOS MÍO, VEN EN MI AUXILIO... porque de otro modo sería imposible!

        Cuando lo que se lleva es triunfar, cuando el lujo de unos pocos se convierte en insulto contra la miseria de muchos, cuando el pecado social se hace injusticia y violencia institucionalizada, cuando el contraste de posibilidades y oportunidades es vergonzoso y siempre desfavorable para los más pequeños..., uno siente que está llamado -por dignidad humana y por locura evangélica- a ser solidario y a luchar por una comunión que libere a los pobres de todo tipo de carencias: económicas, afectivas, culturales... Uno siente que está llamado a colaborar para hacer de nuestras comunidades espacios donde los más débiles, pueden sentirse amados, acogidos, escuchados.

        Uno descubre que no es lo mismo mirar el mundo desde un palacio que desde una choza. Y entonces recuerda, con ternura y sobresalto, desde donde lo miró Jesús, y se confirma en la certeza de que la sencillez, la cercanía y la entrega son el mejor y casi el único fundamento de credibilidad humana y evangélica.

        Pero no es fácil. La experiencia nos dice que toda transformación que no pasa por el corazón, poco o nada transforma de verdad. Que los cambios radicales y profundos sólo se consolidan en la libertad.

        Y que, con frecuencia, es preciso un largo proceso simultáneo de “tocar el mundo” y “tocar a Dios”. ¿Acaso no es eso ser contemplativo? Es entonces, cuando,  con agradecimiento y admiración,  uno se atreve a mirarse en el espejo claro del Carisma para intentar comprender qué quería decir Francisco Palau cuando dijo:

                         “ IRÉ DONDE LA GLORIA DE DIOS ME LLAME”

·         Es lanzarse a aliviar sufrimiento y crear espacios en los que emerja la dignidad expoliada.

·         Es acoger, cuidar, crear dinámicas de dignificación personal, fomentar contextos en los que se pueda llegar a conseguir una promoción humana integral. Y donde no se pueda pronunciar la palabra “liberación”, siempre quedará el gesto.

        DIOS MÍO, VEN EN MI AUXILIO... para llegar a entender vitalmente que el encuentro gratuito con el Señor es el espacio en el que se debe desarrollar nuestra eficacia liberadora.

        La solidaridad y la comunión con los excluidos, ha de comenzar por asumir desde la ternura la propia precariedad. La oración solidaria nos lleva a descentrarnos, a salir de nuestra tierra, a salir de nuestros blindajes, y entonces, y sólo entonces, podré decir con pobreza “Iré donde la gloria de Dios me llame...”
“MÍRALE EN ESTE CUERPO QUE ES SU IGLESIA, LLAGADO Y CRUCIFICADO, INDIGENTE, PERSEGUIDO, DESPRECIADO Y BURLADO, Y BAJO ESTA CONSIDERACIÓN, OFRÉCETE A CUIDARLE Y PRESTARLE AQUELLOS SERVICIOS QUE ESTÉN EN TU MANO”

CUIDAR DE JESÚS EN SU CUERPO SUFRIENTE QUE ES LA IGLESIA


·         Cuerpo sufriente... el de la Fina, que protege a sus niños de la descarga agresiva de su marido y que después va repartiendo ánimo y echando una mano a quien la necesita...


·         Cuerpo sufriente... el de Roberto, maltratado por la vida, maltratado por la enfermedad del SIDA y, finalmente, acogido POR EL PADRE.


·         Cuerpo sufriente... el de Julián, que esconde su fracaso y su pena al verse en paro y sin posibilidades de ganarse el pan, con todo lo que a sus 50 años aún se siente capaz de hacer...

·         Cuerpo sufriente... el de Mary, que lucha a brazo partido por una rehabilitación demasiado difícil y costosa para su fuerza de voluntad, debilitada con tanta droga, tanto intento por recuperar la libertad y tanto fracaso...


        En definitiva, una llamada a revivir y personalizar la última experiencia de Francisco Palau: “SER EN LA IGLESIA Y PARA LA IGLESIA HIJO, ESPOSO, AMANTE, PADRE Y AMIGO”.

        Por eso, abrirse al CARISMA PALAUTIANO con autenticidad y empeño, no es posible sin repetir, día a día, tal vez sin palabras, pero desde un corazón habitado por todos los hermanos:

DIOS MÍO, VEN EN MI AUXILIO... porque de otro modo sería imposible!
     

domingo, 9 de octubre de 2011

PREPARANDO LA FIESTA DE FRANCISCO PALAU, OCD

Acercándonos a la fiesta de Francisco Palau, la Hna. Francisca Esquius nos ofrece esta hermosa reflexión llena de vida y actualidad:

SEÑOR, ABREME LOS LABIOS...
     Cada mañana, al despertar, sobre todo en las grandes ciudades, los ojos contemplativos descubren “muchedumbres solitarias” que se cruzan y entremezclan al compás desenfrenado y silencioso de la masa. Es el imperio del ruido, del activismo y de la evasión... Es la jungla de la competitividad, de la lucha por la supervivencia y el culto a la eficacia...   


SEÑOR, ABREME LOS LABIOS...
      Y si la invocación matinal es sincera, como sin duda lo es, el Señor nos abre no sólo los labios, sino los ojos, las manos y el corazón. Y entonces caemos en la cuenta de que es urgente añadir nuevas estrofas al cántico de las criaturas de San Francisco, al cántico espiritual de San Juan de la Cruz y a los Salmos que cada día rezamos. Nuevas estrofas de alabanza a Dios hecha petición intercesora:

      Por el hermano alcohólico y el hermano drogadicto, atrapados entre la lucha y el deseo. Por la hermana prostituta que, tal vez, suspira por otra forma de vivir. Por el anciano, solo en su buhardilla o quizá más solo todavía en la limpia sala de su Residencia. Por los enfermos crónicos y minusválidos, por los hermanos sin trabajo, por el hermano extranjero, privado incluso de su identidad. Por los colectivos gitanos, reducidos a ciudadanos de “otra” categoría.

      Por el hermano desarraigado, el preso, el enfermo de SIDA, el delincuente... Por tantos y tantos hermanos hartos hasta el empacho de tristeza y soledad.

Realmente, para quien, cada mañana, intenta creer comprometidamente en el Evangelio, no le resulta imprescindible mirar al firmamento estrellado, ni tocar el agua que es “útil, pura, casta y humilde”, ni extasiarse escuchando “la música callada y la soledad sonora” para descubrir el rostro entrañable de Dios.
      La gran ciudad, lugar frecuente de tristeza y tragedia humana, es también lugar privilegiado de encuentro PERMANENTE con Él.


      SEÑOR, ABREME LOS LABIOS...
      Y nuestro mirar contemplativo se convertirá en gesto misionero y se nos hará connatural el compromiso por la justicia y por todos aquellos que viven en las condiciones más precarias y difíciles.

      El mundo se deshumaniza por la pasión de “tener y consumir”. Millones de hombres son sacrificados implacablemente al sistema... Qué lejano se vislumbra esa sociedad nueva y fraterna soñada por Jesús. Y el reto surge espontáneo, vestido con tonos de CARISMA:

      Desde el YO personal más profundo y desde el NOSOTROS más comunitario, estamos llamados a luchar por construir una ciudad de HERMANOS en la que lo suficiente sea para TODOS, en la que se rechace con espontaneidad lo superfluo y en la que se viva agradecido y feliz con lo necesario. ¿Qué otra cosa es sino, creer que TODOS formamos un solo Cuerpo unido a su Cabeza y que con El y los hermanos nos llamamos y somos CRISTO TOTAL?.

      Esto cambiaría la tonalidad del PAISAJE humano al que estamos tristemente acostumbrados. Porque la ciudad necesita, tanto o más que parques y jardines, espacios verdes para la escucha, la convivencia, la personalización y la solidaridad... ¡Y DIOS EN MEDIO!

      Nuestros pueblos, a caballo entre la religiosidad y la fe, y nuestras ciudades, con el sello cultural de su increencia, necesitan con urgencia un soplo de aire fresco y renovador.

      Qué bueno sería que a fuerza de asimilar el espíritu de Francisco Palau, nuestros espacios comunitarios fueran convirtiéndose en espacios ecológicos para la humanización y para el espíritu: Inmejorable aportación, de la mano del Carisma, para esta Europa nuestra tan egoistona, anciana y fatigada.

      En la Fiesta del P. Palau:  SEÑOR... ABRENOS LOS LABIOS!!!