lunes, 24 de enero de 2011

CARTA ABIERTA AL BEATO FRANCISCO PALAU, por Concepción Sureda


Muy apreciado Padre Francisco:

Envuelta por un silencio de cueva agreste –silencio que tanto buscaste a lo largo de tu vida para serenarte y captar la voluntad de Dios–, siento esta vez la necesidad de utilizar un medio de comunicación popular y público, para hacerte llegar lo que sólo es una simple reflexión sobre tu mensaje carismático y que a la vez pueda estar al alcance de todos.

Ya metidos dentro de la celebración del bicentenario de tu nacimiento, creo que no estará de más revisar si tu pasión de “vivir y morir al servicio de tu Amada, la Iglesia”, tiene sentido y validez en nuestro siglo XXI.

Te supongo al corriente de todos nuestros numerosos y humanos tropiezos. Lo cierto es que tu Amada, al menor descuido suele ser tema de comentarios y tertulias en cualquier medio de comunicación, aireándose los hechos ocurridos reales y a veces también muy distorsionados. Por suerte, entre las denuncias y acusaciones de unos y la defensa encarnizada de otros, surgen las voces equilibradas de los que, con valentía, afrontan la verdad, llegando al meollo del problema y ponen nombre a cada situación, con el propósito firme de remediar los males ocasionados por los mismos que se dicen hijos de la Iglesia.

Pero , sinceramente, no es ésta la cuestión que me motiva la carta, sino el constatar que ya iniciado el siglo XXI, aún son muchísimos los que con cierta ignorancia o, quizás mejor dicho, inexperiencia del misterio eclesial, a pesar de tan buenos libros y artículos como se han llegado a escribir y hablar sobre el tema, siguen olvidando y del todo ajenos, al hecho de que “una parte no es el todo”, y en sus opiniones claman siempre cargando sobre el colectivo de la Iglesia, lo que solamente pude ser problema de una minoría.

No deja de ser curioso comprobar como todo el mundo sabe y entiende que un club, supongamos de fútbol, no consiste solamente en su presidente, ni los técnicos o un jugador por más galáctico que sea. Hay algo más que provoca que un conjunto de personas se sientan convocadas. Es un espíritu de pertenencia a un pueblo, país o grupo que se identifica con los colores de su equipo al que defienden a las verdes y maduras, aceptando las normas y compromisos de socios. Y en general, los descuidos i errores de uno, no se las carga todo el personal.

¿Tu crees que llegará un día en que se habrá profundizado lo suficiente sobre el misterio de tu querida y nuestra Amada Iglesia, para intuir su Espíritu, su historia y su realidad? Tu sí que captaste claramente su esencia: “Mi Amada son Dios y los prójimos. Dios con el prójimo y el prójimo en Dios forman un cuerpo moral perfecto y este Cuerpo es la Iglesia”.

Te imagino en el interior de la cueva de Es Vedrà (Ibiza), después de aquel noviembre de 1860, saboreando en “soledad sonora” el don que se te había otorgado mientras predicabas en la Catedral de Ciudadela (Menorca) : Experimentar el misterio de tu Amada: “Yo soy Dios formando un cuerpo moral con el prójimo, unidos a Cristo su Cabeza el gran cuerpo moral de su Iglesia, unificada por el Espíritu Santo”.

Este conocimiento vivencial provocó un giro en tu vida, clarificándola y provocando un nuevo enfoque en tu misión y de una manera especial la fundacional.

Con la descripción y definición de esta experiencia mística te adelantaste 104 años a la que después el Concilio Vaticano II nos dejó bellamente explicitada en la Constitución “Lumen Gentium”: Iglesia, Pueblo de Dios, formando un Cuerpo Místico con Cristo su Cabeza..

Bien sabemos que hay una gran diferencia entre memorizar la definición a experimentarla.

Yo te pediría que nos echaras una mano para que esta distancia se hiciera cada vez más corta, con la ayuda de Dios, sin duda. De manera que los que nos sentimos implicados como Pueblo de Dios, seamos más conscientes de nuestra responsabilidad de ser parte de un Cuerpo y sea cual sea nuestro lugar en el mismo, sepamos actuar fielmente ya que cualquier desacierto repercute inexorablemente en el conjunto. Y lejos de de todo pesimismo supiéramos valorar la santidad que se nos comunica por parte de los que se esfuerzan en seguir el Evangelio. Y que son multitud.

Y para todos aquellos que se sienten ajenos no iría mal un poco más de luz para que no se las den de enterados en la materia y opinen sobre aquello que ignoran cayendo en la trampa de cargar a toda la Iglesia lo que es solamente deficiencia o error de una parte, por más grave que pueda ser la desviación.

Acabo convencida de que hoy nos es necesaria más que nunca una buena concienciación del misterio eclesial, y eso a todos los niveles de este amado Pueblo de Dios. Es preciso para empezar correctamente, poner nuestra mirada en Cristo nuestra Cabeza, y unificados por el Espíritu nos será posible renovar esquemas y organismos, de manera que nos permitan avanzar más ágiles por las rutas de la nueva evangelización, liberándonos de todo lo que nos impide estar al lado de aquellos que más nos necesitan.

“La Iglesia, mi Amada, es Dios y los prójimos”. Entender esto, clarifica el alma y da un nuevo enfoque a la vida para ir, como tu solías decir tantas veces, “allí donde la Gloria de Dios me llame”

Francisco Palau, tu experiencia de Iglesia es de actualidad. Necesitamos vivenciarla de modo que nos ponga al servicio de Dios y el prójimo. Éste fue siempre tu afán y tu pasión. Y este también es nuestro deseo.

Cordialmente

Conxa Sureda i Gomis C.M.